DETRÁS DE LA CARNE LA SOJA, Y DETRÁS DE LA SOJA...

Hace cincuenta años la soja no existía en los países mediterráneos. Luego llegaron los productos de soja para vegetarianos. Hoy, al menos en los países de la ribera norte son bastante comunes, sobretodo la leche. ¿Cómo ha sido posible este cambio tan sustancial?

Estados Unidos comenzó a producir soja durante la Primera Guerra Mundial, para abastecer a sus aliados europeos con aceite comestible y glicerina para explosivos. A partir de ahí promocionó muy fuertemente su uso, y durante el Plan Marshall triplicó las ventas de soja a Europa. El negocio está  principalmente en manos de tres multinacionales: Bunge, ADM y Cargill. EEUU fue el principal exportador de soja durante el siglo XX.

Durante los años 90 las multinacionales expandieron el cultivo de soja a Latinoamérica, tierra de suelo y mano de obra baratas, mayormente con variedades transgénicas. Aquí  podemos ver una pequeña muestra de los efectos de esta invasión sobre las personas y los lugares afectados.

A pesar de su halo de alimento “sano y natural”, la soja tiene algo que ver con algunos desarreglos hormonales (por su alto contenido en isoflavonas, un tipo de hormonas femeninas) y con el desbalanceo entre los ácidos grasos Omega6/Omega3 (contiene mucho Omega6).

Seguramente uno come más soja de lo que piensa, puesto que se encuentra en todo tipo de alimentos procesados. La gran mayoría de la soja que se cultiva es transgénica. En algunos países, la ley obliga a que si un alimento contiene más de un cierto peso de ingredientes transgénicos lo indique en la etiqueta, y sin embargo no se encuentra esa indicación en muchos alimentos procesados. Después hacer una pequeña investigación no hemos podido sacar nada en claro y compartimos el temor de otras organizaciones, como Greenpeace, de que estas normativas de etiquetado no sean en la práctica nada más que una forma de acallar el rechazo a los alimentos transgénicos.