¿TIENE ALGO QUE VER UNA RACIÓN DE PULPO CON UN CAYUCO?

Un cayuco es una barca en la que personas subsaharianas emigrantes llegan (o no llegan) a las costas de las Islas Canarias. No tienen trabajo en sus países por el subdesarrollo y vienen a probar suerte a Europa. ¿Así de sencillo? En este texto encontraremos explicaciones que no suelen salir en los telediarios, como que un cayuco es la barca tradicional de los pescadores de Senegal y Mauritania, o que esos cayucos tienen algo que ver con el abundante aprovisionamiento de las pescaderías del mundo occidental.

¡Es lógico!

Amidou Fall forma parte desde hace tres años de la tripulación de un pequeño pesquero artesanal en A Coruña; encontró el trabajo con la ayuda de la organización gallega Ecodesarrrollo Gaia.1 Antes había tenido otros empleos, como el de vendedor ambulante en la playa, pero la actividad laboral que desde niño ha conocido, allá en Senegal, está en el mar: Amidou pertenece a la etnia lebou, que milenariamente ha desarrollado su vida, su cultura y su economía alrededor de la pesca.

Hablando sobre la creciente escasez de pescado, el representante del gobierno autonómico catalán (España) en un congreso del mundo pesquero catalán proponía, como una de las medidas a tomar, que las cofradías limiten sus capturas en función de lo que demanda el mercado.

Y la demanda crece, como siempre, y viene sobre todo de los países industrializados, que consumen entre el doble y el triple de pescado per cápita que el resto del mundo (China a parte). Veamos cómo podemos satisfacerla.

El sistema legal mundial de aguas nacionales establece que en las franjas costeras, en general hasta 200 millas de la costa, cada país tiene soberanía para administrar la pesca ciñiéndose a los niveles máximos de extracción que sus propios comités científicos establecen de cara a la sostenibilidad. Los caladeros de las aguas europeas (la Unión Europea forma una sola jurisdicción en materia de pesca) están a su nivel máximo de explotación (o por encima más bien) desde hace ya décadas. En cambio, muchos países del Sur históricamente no han consumido todo el pescado que hay en sus aguas.2

¿Qué podemos hacer? Respuesta “lógica”: establezcamos unas reglas del juego por las cuales podamos traer para acá lo que allá no se consume.

Partiendo de esta lógica, la Convención del Mar, de 1982, establece que cualquier país debe poner a disposición de flotas extranjeras el pescado que su flota propia no alcance a pescar, siempre y cuando no se sobrepase el máximo de explotación sostenible. Mediante las famosas negociaciones pesqueras, locales y extranjeros se pondrán de acuerdo en las cantidades de pescado y dinero que canjearán. Cada país reservará la franja más próxima a la costa, hasta 5 o 12 millas según el caso, sólo para sus flotas locales.

Otra vía por la que nos llega pescado desde la periferia son las exportaciones, que se van facilitando con la progresiva liberalización de los mercados internacionales vía la OMC. En muchas ocasiones las empresas pesqueras que exportan son de capital extranjero o mixto.

Todo este marco se ve como una lógica donde todos ganan: si el Sur exporta o permite pescar ese pescado en vez de dejarlo ahí, obtendrá a cambio un dinero que le vendrá muy bien para salir del subdesarrollo que lleva, entre otras cosas, a que sus gentes tengan que emigrar.  

Veamos cómo se ha materializado esta lógica en, por ejemplo, el África subsahariana, unas de las pesquerías más importantes del mundo. Allí los buques europeos capturan seis veces y media más pescado que las flotas locales.3 La Unión Europea (UE) se gasta en estos acuerdos un tercio de su presupuesto de pesca; a cambio tenemos todas las pescaderías bien abastecidas de ese elemento tan propio de la dieta mediterránea que nos proporciona Omega3 para contraatacar nuestros niveles de colesterol. Por otro lado las exportaciones desde países en desarrollo se han multiplicado por cinco entre 1984 y 2004, y los ingresos que les aportan superan con muchísima diferencia lo que ingresan por otras exportaciones tradicionales (café, caucho, azúcar...).4 En Senegal y Mauritania casi la mitad de todas las exportaciones son de pescado.

Hay que tener presente que estos flujos Sur – Norte se dan en un contexto de poder desigual a diferentes escalas (presiones país rico-país pobre, falta de control e investigación pesquera, corrupción dentro de las élites locales...). Por ejemplo, la tentación de entrar en esta jugosa lógica es grande para algunos gobiernos, tanto que lo del límite de extracción sostenible puede quedar olvidado. Libia ha ofrecido a la UE para el acuerdo pesquero 10 veces más pescado del recomendado por los biólogos. Europa lo ha rechazado; como explica el comisario de acuerdos pesqueros, es la primera vez que se rechaza un acuerdo cuando ofrecen más de lo que se pide.5

Algo falla

En Europa la entrada de pescado lejano tiene el efecto colateral de hacer caer los precios en las lonjas donde venden los pescadores de litoral, cosa que les pone difícil llegar a fin de mes. Esto puede conllevar un incremento en el volumen de capturas, lo que pone más presión sobre unas aguas que como hemos visto ya están muy explotadas.

En cualquier caso, Europa está importando un 60% del pescado que consume6 y las flotas litorales no pueden abastecer estas cantidades ni de lejos; dentro de la lógica del juego, hay que asumir ese efecto colateral y ver cómo lo manejamos.

En cuanto a los frutos que el Sur saca de esas reglas de juego, tampoco todo son buenas noticias  Encontramos por ejemplo este dato: en algunos países de África la disponibilidad de pescado per capita ha disminuido entre los 70 y los 90.4 En uno de los informes del Banco Mundial se nos da un diagnóstico más general: que la presión pesquera internacional ha empobrecido alarmantemente los caladeros [africanos] hasta producir escasez de pescado en los mercados locales.3

¿En los mercados locales? El trato era que sólo se iba a traer lo que la demanda local no necesitara. ¿Qué es lo que falla? Sobre el papel, la Convención del Mar puede ser un buen marco de gestión de los recursos marinos ante la expansión histórica de las flotas de altura y de la pesca ilegal,7 y una gestión pública es preferible a acuerdos privados que pudieran firmar directamente las multinacionales pesqueras. Sin embargo, a la práctica la situación es compleja y aparecen dificultades.

Por un lado está el hecho de que en el mar no hay barreras, de manera que las abundantes capturas de los buques industriales extranjeros afecta a las poblaciones de pescado en la franja reservada a las flotas locales; en sólo cinco años (del 92 al 97) la captura de pulpo en la zona de Senegal y Mauritania se redujo casi a la mitad (de 35.000 a 20.000 toneladas). Una caída como esta puede dejar sin trabajo a muchos pescadores; en Mauritania, de los 5.000 pescadores de pulpo que había en 1996 se paso a 1.800 en 2001.3

Los grandes arrastreros aparecen en el horizonte y con ellos, paulatinamente, desaparecen los peces que Amidou y los suyos pescaban casi a mano en la inmediata proximidad de sus casas.

En un momento determinado, Amidou se dio cuenta de que ya, definitivamente, como pescador no había futuro en su país y se enroló en los mismos barcos industriales que esquilmaban su costa. Allí vio con sus ojos cómo cientos de toneladas de pescado supuestamente no comercial se arrojaban por la borda. Una de las veces que el barco tocó puerto español, lo abandonó.

Otros compañeros suyos se aventuran en un periplo de doce a quince días en los cayucos hasta Angola, donde los bancos de peces aún abundan. Otros optan por un recorrido igualmente peligroso pero que se recorre en la mitad de tiempo: 2.000 kilómetros hasta la Islas Canarias. Quizás consigan empleo en algún arrastrero que, quién sabe, quizás vaya a faenar al Senegal...

Por otro lado, también ocurre que algunos barcos extranjeros penetran ilegalmente en las franjas reservadas a los locales, originando una tensión diaria entre las flotas; en dos años 50 pescadores artesanales senegaleses han muerto por "accidentes" con la flota industrial.8

Amidou, como otros, vio desaparecer a uno de sus hermanos abordado por un inmenso arrastrero, mientras dormía enrollado en las redes para no caerse de su cayuco. El arrastrero, que había penetrado ilegalmente en la franja reservada a la pesca artesanal, iba faenando a marcha lenta y con las luces apagadas para que su presencia no fuera detectada.

Y finalmente tenemos el hecho de que la tendencia a exportar el pescado puede dejar sin abastecimiento a las poblaciones locales. Es el caso por ejemplo de las poblaciones pesqueras que rodean el lago Victoria y que trabajan pescando casi exclusivamente perca del Nilo para ser exportada al Norte. En este caso, la parte de pescado que se quedan para ellos son miles de espinas con algún resto de cola y cabeza secadas al sol y condimentadas por un enjambre de moscas, tal como nos mostrço el documental La pesadilla de Darwin que recorrió Europa al igual que lo hace la perca a diario en aviones.

¿Qué podemos decir en cuanto al "desarrollo" facilitado por los ingresos derivados de todas esas ventas de pescado? Existen serias dudas sobre el beneficio que puedan aportar al grueso de la población, a juzgar por testimonios como el del documental que mencionábamos o por los impactos de la cría industrial de salmón a América Latina (ver el vínculo sobre piscifactorías en el párrafo siguiente). Por otro lado, está establecido que los acuerdos pesqueros incluyan una partida específica de ayudas al desarrollo pesquero local (mejora de la flota, investigación, capacidad de control y seguimiento de sus aguas, etc.) pero son marginales sobre el monto total: en Guinea-Bissau un 6%, en Mauritania un 2%.9
Según un informe encargado por el Parlamento Europeo en 1997, los acuerdos no contribuyen en nada al desarrollo de la industria autóctona de la pesca ni favorecen el despegue económico [..] De hecho, contribuyen a la inestabilidad económica, los conflictos ligados al acceso a los recursos y la emigración forzada de los trabajadores de la pesca.

Cambiando la lógica: basta de contradicciones

En el 2001, la Comisión Europea sin duda había leído ese informe, pero no lo escuchó. En sus negociaciones con Mauritania, condicionó su ayuda a que el país dejara faenar en sus aguas al Atlantic Dawn, un mastodóntico pesquero irlandés de 144 metros de eslora dotado de una red de arrastre de 600 x 100 metros, cuya actividad había sido prohibida en aguas comunitarias. Allá ha capturado cada día tanto pescado como 3.000 piraguas locales; el pasado otoño fue multado con casi 100.000 dólares por pescar en una zona prohibida. El buque, por cierto, se había construido con subsidios europeos. Después de que la población de pulpo cayera casi a la mitad en cinco años, Europa exigió a Senegal, con el siguiente acuerdo pesquero, que autorizara un aumento del 60% en sus capturas.3

A la vista de los hechos, la intuición nos dice que algo falla desde la raíz en el planteamiento. Volvamos al principio: Y la demanda crece, como siempre. ¿No sería mejor reducir esa demanda? La respuesta "lógica" de un experto consultado es: ¿Por qué reducir el consumo? No entiendo en qu´r beneficiaría, eso produciría una bajada de los precios que produciría el efecto contrario.

Efectivamente, la consecuencia inmediata sería que los pescadores aumentarían aun más su presión sobre los mares. Sin embargo, seguir dentro de esta lógica es a todas luces insostenible, injusto y la crisis para el sector vendrá tarde o temprano. Debemos mirar más allá de las dificultades a corto plazo y buscar otras formas de organizarnos.
Por ejemplo potenciar la flota que siendo muy importante socialmente genera menos sobrexplotación: la de pequeña escala. Sin embargo las subvenciones no parecen ir por este camino: Europa ha gastado el triple en subvenciones a la construcción de barcos grandes que a la de barcos pequeños. El 30% de los grandes arrastreros recibe subvenciones, de los barcos artesanales modernizados sólo se subvencionan un 7%.

El Foro Mundial de Pescadores aglutina a pescadores artesanales de todo el mundo. Ellos plantean las respuestas desde otra lógica, la de la soberanía alimentaria: partir de cómo satisfacer necesidades locales con los recursos locales. No es una respuesta absoluta, pero sí cambia el punto de partida y las prioridades.

En el caso de la pesca, una gestión global es especialmente difícil: los mares no son estancos, alta mar está muy lejos... Las comunidades pesqueras locales tienen herramientas para hacer una explotación sostenible de sus recursos, tal com han hecho eficazmente a lo largo de los siglos. Con la industrialización, que hipertrofia nuestra propia capacidad, hay que repensar cómo aplicar el mismo método a la nueva realidad. El conocimiento directo y profundo del mar y sus poblaciones, la autoregulación de las horas de pesca o los paros estacionales, el control de unos sobre otros, el papel que juega la lonja donde todos deben vender (por ejemplo en Cataluña (España) el último que desembarca es el último que vende, lo que desincentiva pescar durante demasiado rato), los lazos sociales... son elementos cuya eficacia difícilmente puede igualar una administración desde Bruselas, Madrid o Rabat.




1. www.ecodesarrollogaia.org/proyectomarineros.htm.
2. Otra fuente de pescado son las aguas internacionales, pero ahí se encuentra poco pescado en comparación con las aguas más próximas a los continentes.

3. Álex Aguilar: Sobrepesca y migración en el África subsahariana. Periódico Le Monde Diplomatique, septiembre 2007.
4. FAO: The state of the world fisheries and aquaculture 2006. Los ingresos por la exportación de pescado multiplican por 4 los de la segunda mayor exportación (café) y por 7 los de la tercera (cacao).
5. Revista Industrias Pesqueras n. 1991, febrero 2006.
6. Greenpeace: Guía de consumo responsable de pescado.
7. Flotas que pescan sin licencia, capturas no declaradas... El gobierno británico estima que un tercio de toda la pesca es ilegal. En un seguimiento que hizo Greenpeace durante dos meses, la mitad de los buques industriales faenando en Guinea Conakry cometían ilegalidades.
8. FAO: Poachers routed by community patrols. FAO Newsroom Focus, 2003.
9. Inés Moreno: Las subvenciones de la política pesquera comunitaria. Revista Ecología Política n.32, 2006.