La base es utilizar arcilla como abrasivo, o también bicarbonato o sal,
que son blanqueadores. Es preciso que el grano sea muy fino para que no raye el
esmalte.
Hacemos una infusión con el romero, la menta y la salvia. Cortamos con un cuchillo una rama entera de la planta de aloe (de las más externas y carnosas), la abrimos longitudinalmente y con una cucharita le quitamos la gelatina. Después trituramos esta gelatina en un mortero, la añadimos a la infusión y poco a poco vamos incorporando la arcilla verde hasta obtener la pasta. También podemos añadir mirra, que tiene que hervir dos minutos en el agua.
Es importante que el bote quede bien cerrado para que no se seque. Si se secara podemos añadir agua, pero perderá gusto.