La función principal del azúcar es endulzar. El gusto dulce nos gusta de modo innato, y lo apreciamos más o menos según lo golosos que seamos. En culturas muy diversas el gusto dulce se asocia con la confianza y el placer (y el amargo con rechazo y castigo), no en vano ingerir azúcar afecta al estado de ánimo: interviene, por ejemplo, en la secreción de serotonina, un neurotransmisor vinculado al placer y los biorritmos; no es de extrañar, pues, que tengamos antojo de alimentos dulces cuando nos sentimos tristes. Ahora bien, hay otras fuentes de dulzura, algunas no demasiado aconsejables. Conozcamos las distintas fuentes de dulzura.
Nutricionalmente, el azúcar tiene sobre todo calorías, es decir, energía. Las moléculas del azúcar están formadas solo por dos sacáridos (azúcares simples). De ahí que se digieran más deprisa que las de otros hidratos de carbono, como los cereales, que contienen cadenas más largas de sacáridos. Por eso su energía tarda menos en llegar a las células, y por eso al hacer un esfuerzo físico intenso y breve nos recupera antes el azúcar (o fruta, o zumos, o chocolate...) que comer un bocadillo o un plato de pasta. El azúcar moreno tiene cierta cantidad de otros nutrientes. Conozcamos las diferencies nutritivas que hay entre el azúcar blanco y el moreno.
El azúcar también se usa como conservante, por ejemplo, para hacer mermeladas o almíbares, porque muchos microbios no pueden sobrevivir en un medio dulce. La industria alimentaria también lo emplea para varias funciones.