Consecuencia de ello, se llevan a cabo cada vez más políticas públicas que integran ambas caras de la misma moneda, consumo y producción, de las que ya no se concibe que puedan ser tratadas por separado. La sociedad, por su parte, se moviliza para cambiar comportamientos y lograr resultados tangibles creando organizaciones de consumidores, asociaciones civiles y ONGs que ganan cada vez más reconocimiento y apoyo social. El sistema económico actual, al fundamentar su crecimiento en el consumo, da el poder y la responsabilidad al consumidor para fomentar cualquier cambio. Es en este postulado que se basan la mayoría de acciones generadas tanto a nivel institucional como a nivel social, con el convencimiento que el conjunto de los actos individuales generan consecuencias globales.