Las empresas que empiezan a tomar medidas en lo referente a la protección del medio ambiente, mayoritariamente lo hacen por presiones internas (en el caso de compañías que lo exigen o sugieren a sus sucursales) o externas (por parte de empresas colaboradoras) o por razones normativas. Otras empresas lo hacen con intención de mejorar su imagen corporativa. En definitiva, las empresas que tienen esa inquietud pretenden cubrir sus responsabilidades ambientales y reducir al máximo los riesgos ambientales asociados a la actividad que desarrollan. Podemos definir riesgo ambiental como la posibilidad de obtener un resultado adverso asociado a un suceso con consecuencias ambientales. Éste viene definido por la probabilidad de que el acontecimiento suceda y la magnitud de sus consecuencias.
La minimización de costes debe ir acompañada de la de riesgos, a pesar de que la minimización de riesgos supone un incremento de los costes con una inversión inicial, pero que a medio/largo plazo se amortizan. Esto puede ser debido a tres factores: 1) la minimización de riesgo supone aplicar una tecnología cuyo coste diario es menor; 2) la minimización de riesgo supone una reducción de las posibilidades de sufrir un accidente, con lo cual no será necesario destinar mayores cantidades de dinero y esfuerzo en reparar el daño producido, así como una reducción del coste de las pólizas de seguros; y 3) la minimización de riesgo ambiental conlleva la reducción de las posibilidades de recibir sanciones por parte de la Administración.
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